viernes, 18 de mayo de 2012

Algunos aspectos de la cuestión de la subjetividad Por José Mateo Ciampagna


Texto para la reunión del 9 de agosto de 2008 en la biblioteca Nueve de Julio. Foucault expuso en "La Hermenéutica del sujeto" (HS) las formas históricas que fueron tomando en Occidente las relaciones del hombre con la verdad, cuestiones que siguen abiertas al pensamiento, al debate y la reflexión y que por sus implicancias mantienen una permanente actualidad. En este recorrido describe dos propuestas diferentes: una que tiene su centro en el ‘conócete a ti mismo’ y otra que esta centrada en algo diferente: la ‘inquietud de si’. Estos dos modos de pensar el sujeto que se dieron en la antigüedad son maneras distintas de entender la subjetividad y hacen referencia a un sujeto que pertenece a un orden que lo incluye. Por entonces comprender el mundo y comprenderse a si mismo eran una única y misma tarea. La teoría, la ética y la política en esta concepción formaron parte indisoluble de una misma unidad: el cosmos. Un personaje de esta época que reunió objetividad y subjetividad fue el sabio. El modelo ideal de La Republica de Platón tenía su origen en el mundo de las ideas. La inquietud de sí, en cambio, es una forma de espiritualidad que parte de la idea que el sujeto, tal como es, no tiene acceso a la verdad. El acto de conocimiento no es suficiente para llegar a la verdad, es necesario que el sujeto se modifique, se transforme en algo diferente, el cristianismo va a llamar a esta modificación ‘conversión’. La verdad alcanzada por la inquietud de sí, el cuidado de sí, ilumina al sujeto, le da tranquilidad, bienaventuranza. El conócete a ti mismo originario de Delfos, en cambio, acepta al sujeto tal cual es, lo reconoce como capaz de acceder a la verdad, no le pide prácticas ni técnicas especificas, no hacen falta ascesis, meditaciones ni conversiones, la única recompensa es la verdad y el conocimiento. En esta manera de entender el acceso a la verdad, de plantear el modo en que se puede correr el velo que oculta la verdad de las cosas, se inscriben las maneras de abordar esta cuestión que surgieron a partir de Descartes y Kant, Ese planteo de que hombre y mundo son inseparables, tal como venía de la antigüedad, tiene una primera fuerte crisis con Descartes cuando este plantea la ruptura entre el sujeto y el mundo. Desde Descartes para conocer el mundo ya no hace falta conocerse a sí mismo, basta con tener un método y que este sea objetivo y universal, que valga para todos y se pueda comunicar. El tema del conocimiento fue luego retomado y profundizado por Kant, quien va a convertir esa ruptura en una escisión definitiva: El sujeto kantiano no solo está separado de sí mismo, sino que ni siquiera es una unidad. Las vías de transformación del sujeto en la filosofía antigua están descriptas por Foucault en HS. En este texto se detiene en el análisis de las técnicas por medio de las cuales el sujeto lleva a cabo esa conversión: el silencio, la meditación (en algunos casos son ejercicios de imaginación en los que se medita sobre los males o sobre la muerte), la memoria, la escritura de cartas, las anotaciones personales. Estas prácticas son ejercicios formales que tienen pasos y procedimientos. La cuestión en la filosofía antigua, para Foucault, pasa por hacer propios los discursos de verdad, por identificarse con ellos, por implantarlos firmemente en el alma. El estado previo a la filosofía para los estoicos era la stultitia, el polo opuesto del cuidado de sí, un estado en el que el sujeto se encuentra a merced de las representaciones externas, no puede discernirlas, quiere todo y no quiere nada, quiere algo y al mismo tiempo lo lamenta, no puede querer como es debido, se encuentra separado de la voluntad que le permitiría emprender ese camino y necesita de la intervención de otro para salir de él. Este arduo trabajo del filósofo no está guiado por la intención de forjar una dependencia. Por el contrario, busca que el discípulo alcance una relación autónoma consigo mismo, de modo tal que no necesite ya al maestro, pues se transforma él mismo en alguien que dice la verdad. Y quien pretende decir la verdad deberá respaldar con su vida las palabras que dice, deberá armonizar su vida con su discurso. El acuerdo entre vida y palabra toma una forma estética, es un algo que puede ser percibido por todos. Sócrates puede decir la verdad porque su vida y su palabra están afinadas con el mismo tono, Sócrates exhibe una armonía musical entre lo que dice y lo que hace. Cuando planteamos este recorrido personal podemos imaginar un sujeto que se aproxima a la espiritualidad, que acepta su incapacidad, luego se modifica para superarla, y finalmente alcanza la verdad y disfruta de sus efectos bienhechores. En la otra vía lo que visualizamos es un sujeto acercándose a la filosofía y ejerciendo el acto del conocimiento, progresando en él de verdad en verdad, y finalmente recorriendo el camino indefinido del conocimiento. Pero las cosas rara vez se dan en una forma puramente teórica. Las formas de la espiritualidad y de la filosofía se cruzan, se encuentran. El contraste entre ambos modos de relación del sujeto con la verdad puede darse en un mismo sujeto. Quizás la idea de sujeto, la que imaginamos actualmente, tenga sus raíces en la filosofía política, en el sentido de persona inalienable, con un cuerpo, puesta en el marco de un orden natural, con una libertad que deriva de la razón y en relación a la problemática de un contrato social. El individualismo liberal sería lo que está en la base de esta idea de sujeto responsable, conciente, entendido como una unidad que forma parte de un conjunto: el pueblo, el estado, o el mercado. Foucault hace la HS a la manera de un ejercicio espiritual para hijos del cartesianismo, un ejercicio que no consiste tanto en decirnos dónde están los límites del acceso a la verdad en la forma cartesiana, sino en permitirnos ver todo lo que ya no está presente en ella. El ejercicio invita, de un modo indirecto, a preguntarnos si no escondemos en nuestras certezas, en todo lo que encontramos claro y distinto, huellas de una espiritualidad que no hemos elegido. Una espiritualidad de la que no hemos podido pasar alegremente de largo. Puede ocurrir que quien está formado en la relación cartesiana con la verdad, rechace la forma de la espiritualidad por perimida, porque sus frutos no resisten el ejercicio del método, porque la verdad que la espiritualidad ofrece no tiene la dignidad suficiente para colocarse al lado de las verdades que si lo logran. También es posible que el sólo hecho de encontrar esas formas de espiritualidad, no el ejercitarlas, sino tan sólo el toparse con ellas, recorrerlas, mirarlas en toda su rareza, modifique al sujeto cartesiano. Este ejercicio, al presentar algo sobre lo cual no se puede ejercer el reconocimiento, puede transformar al sujeto. Pero, cuando ya no podemos practicar el tranquilizador ejercicio del reconocimiento, nos vemos forzados a pensar. Las cosas que fuerzan a pensar, las cosas que no nos dejan tranquilos, son objeto de un encuentro y no de un reconocimiento. Como resultado del ejercicio que Foucault nos propone, sentimos un mínimo desplazamiento, una fractura imperceptible pero irremediable, que toma la forma de una desconfianza, una intranquilidad. Tras la experiencia del ejercicio, nuestras certezas emergen un poco menos firmes, un poco menos confiables. Foucault al hacer este desarrollo se atiene a que “…la historia de las diversas formas de racionalidad logra sacudir nuestras certezas y dogmatismos tal vez de una manera mejor que una crítica abstracta…”. Ese ejercicio desarticulador al que Foucault invita, nos impide seguir captando nuestro propio ejercicio del pensamiento y nuestro propio ser sujeto del mismo modo que lo veníamos haciendo hasta ahora. Al mismo tiempo abre nuevos interrogantes que cada uno podrá plantearse desde su propia realidad y perspectiva. A partir de este texto presentado por José Mateo Ciampagna hubo un amplio intercambio de opiniones y se plantearon distintas cuestiones. Surgieron también diferentes problemáticas y se acordó volver sobre las mismas para profundizarlas en próximos encuentros.

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